Crecí en un hogar unido, con ese concepto tradicional sobre la familia. En donde el padre proveía todo en el hogar, mientras que la madre se dedicaba a sus hijos y a su casa. No digo que yo haya crecido con esa idea y de que como tal el hombre y la mujer deba desempeñar de forma exclusiva esos roles. Desde mí perspectiva y lo que veía desde pequeña establecí en mí vida que cuando tuviese una pareja los roles entre el cuidado de la familia, el hogar y la manutención de la misma debían ser compartidas. Siempre sentí que la vida de una mujer (y no por ser una) en parte por esos papeles impuestos aún por la sociedad, la carga mayor siempre ha sido para la mujer. Tener que ser el ejemplo, el estar pendiente de todo, el tener que acallar, el tener que soportar, el no poder descansar... ¡Qué difícil es ser mujer!
El mejor espejo que he tenido para llegar a todas esas conclusiones, ha sido con mi mamá. Como dije, el hogar en el que viví mis primeros años de vida fue con ese concepto. Nosotros provenimos de familias muy humildes. Eso significa vivir en entornos no muy adecuados, con ciertas limitaciones económicas, con búsqueda de oportunidades y para obtenerlas son un poco más complejas. Desde ese mismo mundo, note la falta de planeación de vida por parte de mis padres, asumieron sus papeles en automático. Mi papá se dedicaba a trabajar y mi madre siempre estuvo ahí para sus hijos. Siendo la mayor de cuatro hijos pude visualizar como mi mamá desde muy joven no supo separar esos ámbitos y se olvidó de sí misma. Dejó de lado su lado de mujer, de auto cuidarse.
Lamentablemente, fui testigo de muchas situaciones duras por las
que mi mamá tuvo que pasar. En una sociedad machista, vi en mis primeros años
el maltrato no sólo físico, si no, psicológico por el que tuvo que pasar ella. Todo
en consecuencia por todas las decisiones equivocadas que tomaba el proveedor
del hogar. Vivencias que ella calló y no solo yo notaba su tristeza. Para ese
entonces y aún el maltrato hacia la
mujer es muy reprochado en público, pero, una práctica muy habitual en las
familias.
Con esas experiencias que viví a través de la vida en pareja de mis progenitores, idealicé tener un hogar unánime, con dichas responsabilidades compartidas. Como mujer decidí aceptar mi maternidad siendo consiente de todos los cambios que se iban a dar en mi vida, todo un vuelco. Así mismo creí que el compañero que había escogido, tenía ese mismo pensar, que íbamos por el mismo camino. Ambos crecimos en entornos similares, objetivos y demás. Pero, así como niña ilusionada, enamorada, lo engrandecí más a él que a mí. La realidad me cayó como un baldado de agua fría cuando de un momento para otro el ideal de familia “convencional” se acabó.
Hoy en día veo con sorpresa, asombro y haciendo una retrospectiva de mí vida, las decisiones tomadas en ese entonces y analizando vi el reflejo de mi mamá en mí. Yo que siempre me he considerado más objetiva y calculadora con mi forma de vida, que vi en mi mamá una vida difícil, que pasó por situaciones reprochables y muy complejas ver que pasé por lo mismo. Viví el dejar un lado mi faceta profesional, personal como mujer para dedicarme a mi familia. Llevar a cabo las tareas del hogar, cuidar de mí hijo y vivir para ellos.
Mi situación emocional en ese entonces era muy frágil, mi autoestima estaba muy bajo y psicológicamente fui expuesta a mucho estrés, no creía en mí y no tenía en quien poder hablar y expresar lo mal que lo estaba pasando. Inicialmente, porque en los primeros meses de vida de mi hijo, sentí el rechazo y evasión de aquellas responsabilidades paternales por parte de mi ex pareja en aquel entonces, yo me juzgaba al creerme una mala madre. Creía que yo no podría cumplir a cabalidad ese cuidado y guía para con mí hijo. Y para rematar, sólo recibía reproches por mí físico y no un apoyo, un respaldo que era lo que necesitaba. La cosa se puso más difícil, cuando entré a trabajar. Aún tenía que cumplir por igual como madre, pareja y con las tareas del hogar. Las cargas en realidad nunca fueron equitativas.
Ahora, afrontando la vida como madre soltera, puedo decir que en parte mi paz mental ha vuelto. Con el tiempo he ido aprendiendo a aceptarme y comenzar a creer en mí. Descubrí que soy autosuficiente y que pese a que no le puedo brindar eso de una familia “convencional” (Nos dicen que las familias deben ser compuesta por mamá, papá e hijos), he notado que, en sí, que para mí el concepto de familia ideal cambió. La familia ideal, se la ofrezco yo a mi hijo, somos dos, afrontando este duro camino. Yo llevando al triple la responsabilidad de criar un individuo en el cual espero poder inculcar unos principios, el respeto por las demás personas. La faceta de mujer profesional, de proveedora del hogar y que tengo la fortuna de poder explorar y cumplir, luchar por esos logros personales. Y por último y no la menos importante, la faceta como mujer.